Theumer M, Mary V, Arias S, Rubinstein H*.
Centro de Investigaciones en Bioquímica Clínica e Inmunología (CIBICI-CONICET),
Departamento de Bioquímica Clínica, Facultad de Ciencias Químicas,
Universidad Nacional de Córdoba, X5000HUA Córdoba, Argentina.
*Corresponding Author:
Hector Rubinstein, Centro de Investigaciones en Bioquímica Clínica e Inmunología (CIBICI -CONICET), Departamento de Bioquímica Clínica, Facultad de Ciencias Químicas, Universidad Nacional de Córdoba, Haya de la Torre y Medina Allende, Ciudad Universitaria, Córdoba, X5000HUA, Argentina. Tel.:+54 351 4334164; fax: +54 351 4333048. Correo Electrónico: hectorru@fcq.unc.edu.ar
Información del Artículo
Revista Bio Ciencias 2(1): 31-44
Recibido: 28 de febrero de 2012.
Aceptado: 04 de junio de 2012.
Palabras Claves / Key Words
Fumonisinas, especies reactivas de oxígeno, bases esfingoideas / Fumonisins, reactive oxygen species, sphingoid bases
Resumen
El riesgo toxicológico asociado con las micotoxinas se ha convertido en un aspecto central del problema de la invasión fúngica de los cultivos o de los granos almacenados ya que originan pérdidas anuales de varios millones de dólares, no sólo debido a los problemas causados en la salud de la población humana y animal, sino además por la desvalorización de los productos agrícolas. Dentro de las micotoxinas, las fumonisinas son producidas principalmente por el hongo Fusarium verticillioides, que con mayor frecuencia contaminan el maíz en todo el mundo. Dada la alta frecuencia de contaminación con Fumonisina B1 existe la posibilidad de que estas toxinas jueguen un rol de virulencia en el maíz, sin embargo los mecanismos involucrados no han sido completamente esclarecidos hasta el presente. Desde el punto de vista de la planta como hospedador, la resistencia genética parece ser la mejor acción preventiva contra la contaminación con fumonisinas. Desde el punto de vista del microorganismo, los patógenos emplean una serie de estrategias tendientes a debilitar o matar a la planta, a fin de obtener acceso a nutrientes, donde varios “efectores” podrían participar en el proceso de infección y en la interacción planta-hongo parásito como factores de virulencia o toxinas. Hasta el momento en la compleja interacción entre F. verticillioides y el maíz, la investigación sobre el papel potencial de producción de fumonisina en el desarrollo de la enfermedad ha producido resultados controvertidos. Por otro lado la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer clasificó a las fumonisinas como compuestos probablemente carcinogénicos para humanos (grupo 2B). Se han aportado datos epidemiológicos que sugieren una asociación entre la ingesta diaria de fumonisinas y la incidencia de cáncer de hígado y esófago. El mecanismo de toxicidad de Fumonisina B1 más reconocido es la inhibición de la enzima celular ceramida sintetasa y la consecuente disrupción del metabolismo lipídico y la acumulación de los sustratos naturales de esta enzima, esfiganina y esfingosina y sus formas de equilibrio. Éstas bases esfingoides son bioactivas y participan en vías de señalización. Por otra parte, también se relaciona a las fumonisinas con actividad genotóxica, pudiendo la producción de especies reactivas de oxígeno, secundaria a la exposición a Fumonisina B1, ser una vía de inducción de genotoxicidad indirecta causada por la toxina. La oxidación de los componentes celulares puede producir cambios en la permeabilidad y fluidez de membranas, pérdida de funciones de organelas, alteración de la conformación y/o actividad de proteínas, del metabolismo celular por proteólisis, alteración de la inmunogenicidad, mutaciones y/o inestabilidad cromosomal, comprometiendo la viabilidad celular y/o conducir a la muerte. Además las especies reactivas de oxígeno están involucradas en diferentes vías de señalización, pudiendo alterar el ciclo celular.
Abstract
Toxicological risk associated with mycotoxins has become a central aspect of the fungal invasion in crops or stored grains, as it leads to losses of several million dollars, not only because of the problems caused in human population and animal health but also by the devaluation of agricultural products. Within mycotoxins, the fumonisins are mainly produced by the Fusarium verticillioides fungus which most frequently contaminates maize around the world. Given the high frequency of contamination with Fumonisin B1 it is possible for these toxins to play a role in virulence in maize; however, the mechanisms involved in such issue have not been completely clarified to date. From the point of view of the plant as a host, genetic resistance seems to be the best preventive action against pollution with fumonisins. From the point of view of the microorganism, pathogens employ a number of strategies aimed to weaken or kill the plant in order to obtain access to nutrients, where several “effectors” could be involved in the process of infection. So far in the complex interaction between F. verticillioides and corn, research on the potential role of production of fumonisins in the development of the disease has produced controversial results. On one hand the international agency on research on cancer classified the fumonisins as probably carcinogenic compounds for humans (group 2B). Epidemiological data suggest an association between daily intake of fumonisins and the high incidence of liver and esophagus cancer. The most recognized mechanism of toxicity for Fumonisin B1 is the inhibition of cellular enzyme ceramide synthase and the consequent disruption of lipid metabolism with accumulation of natural substrates for this enzyme, sphinganine and sphingosine, and their forms of balance. These sphingoid bases are bioactive and they are involved in signaling pathways. On the other hand, the fumonisins are also linked to genotoxic activity, allowing the production of reactive oxygen species, secondary to exposure to Fumonisin B1, like an indirect way of genotoxicity caused by toxin induction. The oxidation of cellular components can produce many effects such as: changes in permeability and fluidity of membranes, loss of organelles function, alteration of the formation and/or activity of proteins, cell metabolism by proteolysis, immunogenicity alteration, mutations and/or chromosomal instability, compromising cell viability and/or lead to death. In addition the reactive oxygen species are involved in different signaling pathways, and they can alter the cell cycle.
Introducción
Las micotoxinas son metabolitos secundarios de hongos filamentosos frecuentemente encontradas en los cereales y alimentos a base de cereales, que causan efectos adversos en humanos y animales. Actualmente, el riesgo toxicológico asociado con las micotoxinas se ha convertido en un aspecto central del problema de la invasión fúngica de los cultivos o de los granos almacenados (Devries et al., 2002). En consecuencia, dichos metabolitos originan pérdidas anuales de varios millones de dólares, no sólo debido a los problemas causados en la salud de la población humana y animal, sino además por la desvalorización de los productos agrícolas.
Dentro de las micotoxinas, las fumonisinas (FBs), son producidas principalmente por el hongo Fusarium verticillioides, un patógeno de plantas no obligado, que con mayor frecuencia contamina el maíz (Zea mays) en todo el mundo. En 1988, investigadores sudafricanos lograron aislar e identificar las fumonisinas y constataron que estas sustancias eran capaces de producir leucoencefalomalacia en caballos (Marasas et al., 1988). Posteriormente, el consumo de FBs se relacionó con el síndrome de edema pulmonar en cerdos y hepatotoxicidad en ratas (Gelderblom et al., 1991; Theumer et al., 2002). La Agencia Internacional de Investigación en Cáncer (IARC) clasificó a las FBs como compuestos probablemente carcinogénicos para humanos (grupo 2B) (IARC, 1993). Por otra parte, se han aportado datos epidemiológicos que sugieren una asociación entre la ingesta crónica de FBs y las altas incidencias de cáncer de hígado y esófago registradas en Sudáfrica (Sydenham et al., 1990). Con respecto a esto, se informó que en ciertas regiones de Sudáfrica, el maíz utilizado para la alimentación humana contenía niveles de fumonisina B1(FB1) por encima de 100 mg kg-1.
Hasta la fecha, 28 FBs han sido aisladas y clasificadas en cuatro series conocidas como A, B, C y P. Los análogos de fumonisina B, que comprenden la FB1, FB2 y FB3, son las formas más comunes que se encuentran en maíz, siendo FB1 la más importante del grupo debido a su prevalencia y potencia toxicológica (IPCS-WHO, 2000). FB1 representa normalmente el 70 a 80 % de las FBs totales producidas, mientras que FB2 normalmente aporta 15 a 25 % y FB3 es responsable de 3 a 8 %, cuando los hongos toxicogénicos productores de FBs son cultivadas en maíz, arroz, o en medio líquido (Bezuidenhout, 1988; Marin et al., 1995a; Marin et al., 1995b).
Desarrollo del Tema y Discusión
Las principales enfermedades del maíz (como podredumbre de la espiga, del tallo, de la raíz y granos) han sido atribuidas al F. verticillioides (Cook, 1981). El patógeno sobrevive en el suelo o en restos de cosechas y puede producir FBs biológicamente disponibles, las cuales pueden contactar las raíces del maíz. A su vez, la cantidad de FB1 en suelo se correlaciona con el número de lesiones en hojas y disminución de peso de raíces (Williams et al., 2006). No obstante, estudios conducidos en campo y laboratorio demuestran que algunas cepas de este hongo que causan infecciones asintomáticas, se comportan como endófitos (Yates et al., 1997).
Una de las prácticas de manejo que puede reducir la contaminación con FBs en maíz es el uso de cultivares resistentes a especies fúngicas toxicogénicas (Clements et al., 2004; Presello et al., 2006; Robertson et al., 2006; Presello et al., 2009). Sin embargo, en al actualidad, híbridos comerciales de maíz no han resultado ser completamente resistentes (Munkvold, 2003; Lanubile et al., 2011). Los mecanismos asociados con la resistencia a la infección fúngica y el grado de la enfermedad muestran una correlación con la presencia de FBs (Kleinschmid et al., 2005; Robertson et al., 2006), aunque en algunos casos se pueden observar lotes asintomáticos (Rheeder et al., 1992; Bullerman y Tsai, 1994; Chu y Li, 1994). Con respecto a este aspecto, Presello et al., (2006) evaluaron resistencia a F. verticillioides y F. graminearum, en híbridos argentinos en Canadá y Argentina y concluyeron que el genotipo de los híbridos fue más importante que los efectos genotipo-especies fúngicas o que los efectos de interacción genotipo-especie fúngica-medioambiente. Sin embargo, resultados subsecuentes indicaron que el rol de FBs depende del medio ambiente y del contexto genético en esta interacción patógeno-planta (Desjardins et al., 2007).
Desde el punto de vista del microorganismo, los patógenos emplean una serie de estrategias tendientes a debilitar o matar a la planta, a fin de obtener acceso a nutrientes, donde varios “efectores” podrían participar en el proceso de infección y en la interacción planta-hongo parásito como factores de virulencia o toxinas, pudiendo también estas moléculas desencadenar respuestas de defensa como elicitores (Kamoun, 2006). Se han descrito muchos efectores proteicos en procesos patogénicos, tales como enzimas degradantes de la pared celular (cutinasas, hidrolasas, etc.) o que pueden ser transferidos durante la infección a las células del hospedador, a través de estructuras especializadas en nutrición como los haustorios (Dodds et al., 2009). Sin embargo, los efectores no están restringidos solamente a polipéptidos, ya que metabolitos secundarios como fitotoxinas suelen participar en mecanismos de virulencia y patogenicidad. Compuestos fúngicos como los tricotecenos, los cuales son producidos por algunas especies de Fusarium spp., han demostrado ser factores de virulencia en la infección a plantas de trigo (Proctor et al., 1995; Bai et al., 2002). Teniendo en cuenta el amplio espectro en la estructura molecular de estos compuestos se han observado diferentes mecanismos de acción. Nivalenol y deoxinivalenol (tricotecenos tipo B) pueden suprimir la respuesta de defensa, mientras que la micotoxina T2 y diacetoxicirpenol promueven la muerte celular, por activación de un elicitor como vía de señalización, en Arabidopsis (Nishiuchi et al., 2006; Masuda et al., 2007). También se ha descrito como un factor de patogenicidad a una toxina de Alternaria alternata (AAL) capaz de inducir enfermedad en plantas de tomates susceptibles (Abbas et al., 1998; Wang et al., 1996; Spassieva et al., 2002). Curiosamente, AAL tiene propiedades toxicológicas y características estructurales similares a las de FB1, sugiriendo fuertemente una participación directa de FB1 en la interacción de fusarium-maíz y en mecanismos de fitotoxicidad. Investigaciones toxicológicas sugieren que las fitotoxinas pueden tener efectos diferentes de acuerdo a su concentración. Bajas concentraciones de la toxina puede resultar en la promocion del crecimiento y supervivencia de la planta, en lugar de causar la inhibición del crecimiento o la muerte (Yates et al., 1997; Calabrese y Baldwin, 2003; Prithiviraj et al., 2007).
Hasta el momento, en la compleja interacción entre F. verticillioides y el maíz, la investigación sobre el papel potencial de producción de FBs en el desarrollo de la enfermedad ha producido resultados controvertidos (Abbas y Boyette, 1992; Doehlert et al., 1994; Lamprecht et al., 1994). Glenn y colaboradores (2008) y Williams et al., (2006, 2007) demostraron que sólo cepas de F. verticillioides productoras de FBs fueron capaces de causar síntomas de enfermedades foliares en algunos híbridos de maíz. En general, las enfermedades fúngicas afectan el crecimiento de las plantas a través de varios procesos diferentes. Patógenos foliares pueden reducir el área de follaje, disminuyendo la capacidad de asimilación disponible para el crecimiento (Snetselaar y Mims, 1992; Ward et al., 1999). Patógenos del tallo pueden reducir el crecimiento interfiriendo con el movimiento del agua (Agrios, 2005). Patógenos de la raíz perturban la disponibilidad de agua y la nutrición de la planta afectando al crecimiento indirectamente (Nagy et al., 2004) y pueden influir en los efectos de otras enfermedades (Agrios, 2005).
Dada la alta frecuencia de contaminación con FB1 existe la posibilidad de que estas toxinas jueguen un rol de virulencia en el maíz, sin embargo los mecanismos involucrados no han sido completamente esclarecidos hasta el presente. Existen varios modelos en plantas que evidencian la inhibición de la enzima celular ceramida sintetasa por la presencia de FB1 y AAL y la consecuente disrupción del metabolismo de lípidos celulares (Abbas y Boyette, 1992; Abbas et al., 1998). Los esfingolípidos tienen un papel estructural en las membranas biológicas pero también poseen una función regulatoria en la célula, como ser componentes iniciales en la señalización de la respuesta de defensa a patógenos. De esta manera la actividad de enzimas como ATPasa y NADPH oxidasa pueden verse afectada por las especies lipídicas de la membrana plasmática en plantas.
Entre las reacciones de defensa primaria de una planta desencadenada por la detección de un patógeno se encuentra la respuesta de hipersensibilidad (HR), la cual consiste en lesiones que llevan a la muerte celular en los sitios de infección. Una característica de esta reacción es la rápida e intensa producción de especies reactivas de oxígeno (ERO). Recientemente se ha indicado que las ERO pueden servir como protección contra patógenos invasores y como activadores de señales para posteriores reacciones de defensa en la planta, incluyendo la HR (Cecchini et al., 2009). Aún se encuentran poco dilucidados los mecanismos por los cuales la exposición al peróxido de hidrógeno causa varias respuestas celulares, como la activación de MAPK quinasas, aumento en la producción de óxido nítrico, así como la acumulación de ácido salicílico (SA) y etileno (Ogawa et al., 2005).
Figura 1. Efectos fitotóxicos en híbridos de maíz sensibles y resistentes tratados con FB1 (Arias et al., 2012).
A: Efectos fitotóxicos en híbrido resistente (HR) de maíz en respuesta a tratamientos con fumonisina (FB1: 20 ppm) (izquierda), en comparación con una plántula no tratada (derecha) a los 7 días post-siembra.
B: Lesiones de tipos necróticas en raíces de híbridos susceptibles (HS) de maíz tratados con fumonisina (FB1: 20 ppm), a los 21 días post-siembra.
C: Amarilleamiento y marchitez en hojas de híbridos susceptibles (HS) de maíz tratados con fumonisina (FB1: 20 ppm), a los 21 días post-siembra.
Por otro lado las micotoxinas ingresan en la cadena alimentaria de humanos y de animales de producción induciendo distintas enfermedades conocidas como micotoxicosis, que pueden ser agudas, subcrónicas o crónicas (Hengstler et al., 1999). Las micotoxinas que tienen mayor impacto en este aspecto son las aflatoxinas (AFs), fumonisinas (FBs) y ocratoxinas (OTAs).
Las AFs son producidas principalmente por Aspergillus flavus y A. parasiticus. La AFB1 es la más importante del grupo debido a su toxicidad, efectos mutagénicos, inmunomoduladores y carcinogénicos (Bondy y Pestka, 2000; Guindon et al., 2008). La ingestión crónica de AFs con la dieta ha sido asociada con las altas proporciones de carcinoma hepatocelular (CHC) primario en humanos, observadas en regiones de Brasil, Italia, China, África y Taiwan (Nogueira et al., 2009; El-Serag, 2002; Talamini et al., 2006, Szymañska et al., 2009, Wu et al., 2009). Desde el punto de vista teórico, en el desarrollo de estos casos de CHC podrían estar involucrados dos mecanismos fundamentales: a) la ya reconocida acción genotóxica de la AFB1 sobre los hepatocitos, y b) la alteración de los mecanismos fisiológicos de inmunovigilancia tumoral. El mecanismo de acción más reconocido e importante de AFB1 es la bioactivación por el complejo citocromo P450, que genera, entre otros metabolitos, un exoepóxido (Mace et al., 1997) con capacidad mutagénica (Van Vleet et al., 2002; Brown et al., 2009). En 1992, Barton y colaboradores descubren que AFB1 induce mutaciones en el gen supresor de tumor p53 y en consecuencia, se alteran vías reguladas por este gen, como el ciclo celular, la reparación del DNA dañado y apoptosis. También se conoce que ésta toxina genera ERO (Ubagai et al., 2008, Shen et al., 1994), sin embargo la importancia en la toxicología de AFB1 necesita ser estudiada con mayor profundidad.
La FB1 es sintetizada principalmente por F. verticillioides y F. proliferatum. Es la más importante de las FBs por su incidencia en los alimentos y por los efectos tóxicos producidos (Silva et al., 2009, Gelderblom et al., 1991). En humanos, existe una fuerte correlación entre el consumo de alimentos contaminados con FBs y las altas incidencias de cáncer de hígado y esófago registradas en Brasil, Sudáfrica (Van der Westhuizen et al., 2003; 2008), China (Sun et al., 2007) e Italia (Doko y Visconti, 1994). El mecanismo de toxicidad de FB1 más reconocido es la inhibición de la enzima celular ceramida sintetasa y la consecuente disrupción del metabolismo lipídico y la acumulación de los sustratos naturales de esta enzima, esfiganina (Sa) y esfingosina (So) y sus formas de equilibrio. Éstas bases esfingoides son bioactivas y participan en vías de señalización. Por otra parte, también se relaciona a las FBs con actividad genotóxica (Gelderblom et al., 2008; Domijan et al., 2007). En nuestro laboratorio hemos observado en células mononucleares de bazo (CMB) cultivadas con FB1 y en CMB provenientes de ratas intoxicadas de manera subcrónica con ésta toxina, genotoxicidad por la técina del cometa y por la formación de micronúcleos (Theumer et al., 2010). La producción de ERO, secundaria a la exposición a FB1, podría ser una vía de inducción de genotoxicidad indirecta causada por la toxina. Respecto a la inducción de estrés oxidativo existen datos contradictorios, en hepatocitos obtenidos de ratas Wistar expuestas por tiempos cortos a FB1, no se afectan los parámetros de estrés oxidativo (Domijan et al., 2008), sin embargo se encuentra alteración del estado oxidativo de hepatocitos y células de riñón, siendo éstas últimas las más afectadas. Además se ha descripto que FB1 es capaz de alterar el ciclo celular, induce arresto en fase G0/G1 en células epiteliales intestinales (Bouhet et al., 2004) y disrumpe el ciclo celular en la transición G1/S en hepatocitos de rata (Voss et al., 2006).
La co-contaminación de alimentos con AFB1 y FB1 es ampliamente conocida en muchas partes del mundo, y ha sido implicada en el desarrollo de carcinomas hepatocelulares en humanos y animales (Li et al., 2001). En Argentina se demostró la coexistencia de estas micotoxinas en maíz y alimentos derivados (Vargas et al., 2001; González Pereyra et al., 2008). Hasta la fecha se han estudiado distintos aspectos de la toxicología individual de AFB1 y FB1, pero existen pocos trabajos que caractericen la posible interacción de AFB1 y FB1 in vivo e in vitro. La presencia de más de una micotoxina puede no modificar la toxicidad que tienen estos compuestos individualmente o pueden encontrarse efectos aditivos, antagonistas, o presentar sinergismo, ya sea interfiriendo en su metabolismo o modificando algún proceso bioquímico básico del cual depende la toxicidad. En nuestro grupo hemos desarrollado un modelo de intoxicación oral subcrónica en ratas Wistar con AFB1, FB1 y con la mezcla de ambas micotoxinas. El hígado fue el principal órgano blanco de acción de la mezcla, donde se observaron apoptosis y aumento de mitosis, posiblemente como respuesta compensadora de la muerte celular. Los perfiles de activación de caspasas (enzimas involucradas en la muerte celular por apoptosis) en hepatocitos expuestos in vivo e in vitro a las micotoxinas en forma individual y conjunta, parecen indicar que existen distintos mecanismos de acción tóxica en cada caso. Al respecto, los datos obtenidos hasta el presente sugieren que la posible inducción de ERO en los hepatocitos expuestos a las micotoxinas en forma individual o conjunta, estarían involucrados en este desbalance entre la proliferación y muerte celular en hígado, aumentando la predisposición al desarrollo de neoplasias hepatocelulares primarias (Theumer, 2004). La inducción de ERO podría estar relacionada, además, con las alteraciones en la inmunobiología de CMB y de células peritoneales adherentes (CPA), encontradas en el modelo de micotoxitosis subcrónica en ratas Wistar (Theumer et al., 2002; Theumer et al., 2003). Concretamente, se observó que la administración conjunta de ambas toxinas indujo efectos que no pueden ser considerados como la simple sumatoria de la toxicidad causada individualmente por cada metabolito fúngico. Además, las acciones inmunotóxicas de estos compuestos fueron dependientes de la forma en la que las células fueron expuestas a las toxinas (in vivo ó in vitro) (Theumer et al., 2002; Theumer et al., 2003).
Las ERO derivan del metabolismo del oxígeno molecular. Incluyen anión radical superóxido, oxígeno singlete, peróxido de hidrógeno (H2O2), radical hidroxilo, etc. En las células aeróbicas estos metabolitos existen normalmente en balance con las defensas antioxidantes. El estrés oxidativo ocurre cuando este balance se rompe por un exceso de ERO y/o por una disminución de antioxidantes. La peroxidación lipídica genera principalmente α,β-aldehídos reactivos insaturados, como malonaldehído (MDA), 4-hidroxi-2-nonenal (HNE) y 2-propanal, e isoprostanos. Éstos α,β-aldehídos tienen alta actividad biológica y exhiben numerosos efectos citotóxicos, mutagénicos y genotóxicos (Uchida, 2003). Por otra parte, las proteínas son los principales blancos de ERO, los carbonilos de proteínas se consideran el marcador más general y ampliamente usado de oxidación de proteínas in vitro e in vivo (Levine et al., 2000), porque pueden ser generados por casi todas las ERO. Estudios en humanos sostienen que el daño oxidativo al DNA es un importante factor mutagénico y carcinogénico. Usualmente 8-OHdG es medida como índice de daño oxidativo en DNA, y se acumula en carcinoma hepatocelular (Ichiba et al., 2003; Chuma et al., 2008). Debido a la oxidación de los componentes celulares se producen cambios en la permeabilidad y fluidez de membranas, pérdida de funciones de organelos, alteración de la conformación y/o actividad de proteínas, del metabolismo celular por proteólisis, inmunogenicidad alterada (Stadtman et al., 2003), mutaciones y/o inestabilidad cromosomal pudiendo comprometer la viabilidad celular y/o conducir a la muerte. Además las ERO están involucradas en diferentes vías de señalización, conduciendo a la proliferación, diferenciación, crecimiento celular, apoptosis, es decir, pueden alterar el ciclo celular (Antosiewicz et al., 2006; Sachse y Wolf, 2007).
Conclusiones
Teniendo en cuenta la importancia en la toxicología en células animales y vegetales por FB1, es necesario profundizar los estudios de su participación en los mecanismos involucrados en la fisiopatogenia de la micotoxicosis producida. Con este fin, en nuestro laboratorio desarrollamos una línea de investigación sobre la influencia de genotipos susceptibles y resistentes de maíz en las etapas tempranas de la infección por Fusarium verticillioides y la participación de fumonisina como efector. Los resultados obtenidos hasta el momento revelarían que FB1 podría inducir senescencia temprana en las plántulas como así también variaciones en las tasas de crecimiento y en el momento en que se produce la aparición de síntomas de la enfermedad (Figura 1). Además la producción de fumonisinas puede favorecer el desarrollo del patógeno y el cambio a una fase más agresiva, acelerando así la transición desde una asintomática a una fase sintomática (Arias et al., 2012). Por otro lado, en otra de la líneas de investigación de nuestro laboratorio, se está evaluando la participación de la generación de ERO en la inmunotoxicidad por AFB1 y FB1 y la probable interacción de ambas toxinas, para inducir estrés oxidativo en células mononucleares de bazo de ratas Wistar y conocer las rutas metabólicas implicadas en la acumulación de ERO y la contribución de sus distintas especies para inducir daño oxidativo biomolecular (Mary et al., 2012).
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